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By María Jesús Beltrán.

Que  se permita que los niños y niñas salgan de modo ordenado a dar una vuelta con sus padres y madres cerca de casa, como en multitud de países europeos, ha sido una triple reivindicación desde la igualdad: 1) la igualdad de clase social entre familias 2) la consideración de los niños como sujetos de derecho cuyas necesidades especiales están reguladas por leyes internacionales y 3) la igualdad desde la perspectiva de género, ya que puede aliviar esta carga de cuidados que soportan mayoritariamente las mujeres al rebajar el estrés y la frustración que conlleva el confinamiento.

El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, sin dar detalles concretos, acaba de anunciar que a partir del día 26 de este mes se relajarán las medidas del confinamiento para los niños y niñas españoles. Tras más de un mes de estar bajo un confinamiento mucho más estricto que el de los adultos, parece que el gobierno español ha dado respuesta a la petición de multitud de ciudadanos y profesionales que se preguntaban que por qué en muchos de los países europeos (Bélgica, Irlanda, Austria, Francia, Suiza…varias  regiones de Italia recientemente) estaban siguiendo las recomendaciones de la OMS permitiendo que los niños y niñas salgan de modo ordenado a dar una  vuelta con sus padres cerca de casa, y en España esto no había sido considerado hasta el momento.

La respuesta puede parecer obvia: en España hemos llegado a unos niveles de fallecidos y contagiados por la crisis del coronavirus que hacía necesario la aplicación de medidas estrictas para evitar, en primer lugar, el colapso del sistema sanitario. ¿Y cómo se han tomado esas medidas? Siguiendo la opinión de la comunidad científica, en función de los datos sanitarios, aunque también atendiendo a criterios económicos. Sobre estas dos cuestiones creo necesario reflexionar.

La cuestión del papel de la ciencia en la gestión de esta crisis sin precedentes, ha sido recientemente discutida en este artículo en los que figuran como autores los académicos Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz, que desarrollaron el concepto de ciencia posnormal (ciencia con la gente) en este libro. Como alternativa a la ciencia normal, que no puede abarcar la multiplicidad de valores legítimos de la sociedad, la ciencia posnormal plantea un cambio de perspectiva para solucionar los problemas de comunicación entre la sociedad, los políticos y los científicos. Este marco de análisis, proponen los autores, es el más adecuado para gestionar problemas actuales al que nos enfrentamos como sociedad, como por ejemplo el cambio climático. Este tipo de problemas, en los que se enmarca perfectamente la crisis mundial del coronavirus, se caracterizan por mostrar cuatro elementos: (1) los factores son inciertos, (2) hay valores en disputa, (3) los riesgos son altos y (4) las decisiones urgentes.

1.-En relación al nivel de certidumbre en lo que se refiere a este nuevo virus, estamos, como sociedad, aprendiendo cómo minimizar los niveles de letalidad y contagio, como tratar los síntomas, cómo inmunizar a la población. En base a estas incertidumbres, existen multitud de estudios que analizan las medidas de contención y plantean diferentes escenarios, que varían en base al tipo de estudio, sobre cómo y cuándo los países volverán a la “normalidad”.

2.- Hay valores en disputa en multitud de aspectos. En lo que se refiere al papel de los niños/as en la transmisión de la enfermedad, hay estudios que sugieren que los niños/as podrían jugar un rol destacado en la transmisión del virus, aunque la comunidad científica reconoce que aún están aprendiendo sobre esta enfermedad, ya que las investigaciones acaban de comenzar. La incertidumbre ante los datos médicos abre el debate sobre si está justificado que los niños/as sigan estrictas medidas de confinamiento, sin considerar otros parámetros. Desde el importante nivel de contagio que se establece en las residencias de la tercera edad en los que no se aplican suficientes medidas de sanidad, como cuestiones de salud mental y física de los niños/as que sí se han tenido en cuenta en muchos países europeos. En este sentido, se han pronunciado multitud de profesionales de otras disciplinas que aportan argumentos sobre la necesidad de los niños y niñas de realizar actividad física al aire libre. La privación de los niños/as de jugar al aire libre también afecta además de a su salud mental y física, a la de los cuidadores/as, que también necesitan descansar, ya que la privación de libertad de movimiento tiene efectos negativos sobre el humor y el comportamiento.

Para poder suplir los problemas derivados del confinamiento, que como ya han argumentado multitud de expertos, afectan de manera desigual a las familias según su clase social (no es lo mismo vivir el confinamiento en una casa amplia, luminosa, con terraza o incluso jardín que en pequeños pisos interiores sin luz natural), los padres y madres tenemos que poderles dedicar mucha atención y darles mucho cariño. El profesor Cesar Rendueles comentaba en esta entrevista: “Los niños/as han desaparecido completamente de la vista pública, por fin son asunto exclusivamente privado”. En otras palabras, el trabajo de cuidado de la mayor parte de los niños/as españoles ha quedado relegado a la familia. La cuestión es que el trabajo de cuidados, como ya recordaba Esther Vivas en esta entrevistarecae mayoritariamente en las mujeres. Entonces las medidas adoptadas en cuanto al estado de alarma revelan dos aspectos: por un lado, visibilizan la injusticia social en la distribución de los cuidados. Por otro, nos enfrentan a la contradicción inherente a la crisis de cuidados de la sociedad: El trabajo de cuidados no remunerado es invisible, pero a la vez imprescindible para que el capital disponga de trabajadores y trabajadoras en situación de emplearse. El cuidado sostiene la vida, pero queda invisibilizado e infravalorado porque no es considerado una actividad productiva desde el punto de vista monetario.

3,4.- Finalmente, que los riesgos son altos y que las decisiones son urgentes lo estamos viviendo al haber entrado de golpe y porrazo en lo que algunos autores han denominado una distopia exprés, y  la rápida expansión del virus demuestra por sí solo el riesgo al que nos enfrentamos como sociedad.

Para abordar como sociedad este tipo de problemas, Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz argumentan que en una situación en la que se cumplen estos criterios, las decisiones políticas deben incluir el criterio científico de los expertos/as y a su vez abrirse al diálogo con una «comunidad extendida de iguales» compuesta por todos aquellos afectados por un tema en concreto. Aún a la espera de conocer los detalles concretos en base a los cuales se regularán las salidas de los niños/as, abrir el diálogo sobre la necesidad de que los niños y niñas de España salgan de modo ordenado a dar una vuelta con sus padres y madres cerca de casa a la «comunidad extendida» es un ejemplo de que la ciencia con la gente es el marco epistemológico más adecuado para abordar la actual crisis. Este debate ha sido promovido por multitud de expertos/as y representantes de diferente cariz político y por muchos padres y madres preocupados por la salud mental y física de sus hijos.

Para contribuir a este diálogo seguiré trabajando para introducir en los temarios de asignaturas de economía que imparto en la universidad las bases conceptuales de la economía del cuidado. ¿Por qué? Aunque se flexibilicen las medidas, que el trabajo de cuidados de la mayor parte de los niños y niñas españoles haya quedado relegado a la familia y que en éstas exista una injusta distribución de tareas de cuidados entre hombre y mujeres no es algo que sea consecuencia de esta situación coyuntural: lo que ha hecho esta crisis es visibilizarla si cabe más. La externalización del trabajo doméstico, pagando a una persona para que se encargue de las tareas domésticas, y del trabajo de cuidados, mediante cuidadores familiares o externos a la familia, es un mecanismo que a menudo evita poner en cuestión los roles de género y avanzar hacia un reparto equitativo de los cuidados no remunerados. Muchas parejas nos vemos enfrentadas con esta realidad. Lo cual es una oportunidad que nos brinda esta situación. Pero hemos de ser conscientes que a esto se suma que los hombres no tienen legado del cuidado y es responsabilidad de nuestra generación de mujeres el abrir en el corazón de nuestras parejas el espacio para el cuidado.

 

Que se permita que los niños y niñas salgan de modo ordenado a dar una vuelta con sus padres y madres cerca de casa como en multitud de países europeos ha sido una triple reivindicación desde la igualdad: 1) la igualdad de clase social entre familias 2) la consideración de los niños como sujetos de derecho cuyas necesidades especiales están reguladas por leyes internacionales y 3) la igualdad desde la perspectiva de género, ya que puede aliviar esta carga de cuidados que soportan mayoritariamente las mujeres al rebajar el estrés y la frustración que conlleva el confinamiento.

Pero la crisis de cuidados que ha visibilizado es algo que seguirá estando ahí, durante lo que nos resta de confinamiento y cuando regresemos a la “normalidad” mostrando, en palabras de Mónica Grau-Sarabia, que los cuidados son un bien común y necesario que tenemos que organizar más allá de una crisis con nombre de virus.

María J. Beltrán holds a European PhD in Ecological Economics and Environmental Management. She is Lecturer at the Economics Department, Pablo de Olavide University. She has worked for the French National Center for Scientific Research and for the European Network of Political Ecology as a Marie Curie Post-Doctoral Research Fellow. Her research focuses on water ecological economics, critical water studies and political ecology. She is co-author of academic articles published in Ecological Economics, Sustainability Science, International Journal of Urban and Regional Research, Water Resources Management, Water Alternatives and Capitalism Nature Socialism, among others.

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