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By Santiago Gorostiza & Hug March*

Entre bombardeos y el cerco de las tropas franquistas, las empresas encargadas del suministro de agua de Madrid y Barcelona también se revolucionaron.

El Acueducto de Amaniel (Madrid), en 1857, fotografiado por Charles Clifford. Fuente: Diagonal.

El Acueducto de Amaniel (Madrid), en 1857, fotografiado por Charles Clifford. Fuente: Diagonal.

Durante la década de 1930, los modelos de gestión del agua de Barce­lona y Madrid eran polos opuestos. En la capital, Canales del Lozoya –nombre que adoptó el Canal de Isabel II durante la Segun­da Repú­blica– era una empresa pública con un cuidado sistema de suministro moderno cuyos orígenes se remontan a mediados del siglo XIX. Los embalses de El Villar y Puentes Vie­jas, situados al norte de la ciudad, garantizaban agua relativamente abundante y de calidad mediante unos canales que los conectaban con la capital. En Barce­lona, la mayor parte del agua se bombeaba de pozos subterráneos y no existía ningún embalse que regulara las aguas superficiales para consumo urbano. El suministro era tarea de la compañía privada Socie­dad General de Aguas de Barcelona (SGAB), actualmente parte del conglomerado Agbar. En este caso, la dotación de agua era mucho menor que la de Madrid. La Guerra Civil pondría a prueba las capacidades de ambas empresas y mostraría la relevancia del suministro de agua urbano, tanto cerca del frente como en la retaguardia.

En Madrid, el control sobre la infraestructura hidráulica regional y urbana fue vital desde los primeros combates para sofocar el golpe de Estado. En el asedio a los distintos cuarteles militares de la capital, trabajadores de Canales cortaron el suministro de agua para presionar a los rebeldes y milicianos de la empresa aseguraron que el agua continuara fluyendo al resto de la ciudad. Mien­tras tanto, en Barcelona, la lucha urbana logró derrotar a los militares golpistas. Los trabajadores de la SGAB, unidos en masa a la CNT, incautaron la empresa, despidieron a sus gestores privados y garantizaron el abastecimiento de agua. Pron­to pondrían en marcha una serie de reformas en su gestión.

Canales del Lozoya, Aportación a la Guerra. Fuente: Canales del Lozoya, 1937.

Canales del Lozoya, Aportación a la Guerra. Fuente: Canales del Lozoya, 1937

A diferencia de Barcelona, los frentes de guerra amenazaron Ma­drid desde los primeros días del conflicto bélico. Aún durante el mes de julio, milicias de Canales del Lozoya se desplazaron al norte de la ciudad para asegurar el control de los embalses de Puentes Viejas y El Villar, amenazados por el avance de las tropas del general Mola. Los combates en el sector permitieron asegurar una línea de frente al norte de Buitrago de Lozoya y las tropas rebeldes a la República quedaron a la vista de los embalses pero sin lograr ocuparlos. La construcción de un sistema de fortificaciones contribuyó a mantener los frentes estables hasta el final de la guerra.

En Barcelona, donde las colectivizaciones de empresas y servicios se extendieron, la Sociedad General de Aguas se convirtió en Aguas de Barcelona Empresa Colectivizada (ABEC). Los trabajadores se organizaron de forma asamblearia y unificaron el precio del agua, eliminaron los contratos permanentes e impulsaron un mínimo de consumo gratuito, entre otras reformas que combinaban el impulso por la justicia social con las mejoras en la eficiencia del servicio. En Madrid, Canales continuó en manos del Estado, aunque se garantizó a sus trabajadores representación en el consejo, se eliminaron las láminas de agua (similares a los contratos a perpetuidad) y se suprimió el pago fijo de alquiler por los contadores. A finales de octubre de 1936, la presión de los frentes dificultaba reformas de gran calado. La llegada de las tropas franquistas, provenientes del sur de España, dio inicio a la batalla de Madrid y amenazó directamente el suministro de agua de la ciudad.

Los bombardeos de la aviación y artillería franquista sometieron a Madrid a una dura prueba durante noviembre de 1936. La ocupación del Hospital Clínico dejó las oficinas y depósitos de Canales en Bravo Murillo a menos de un kilómetro de las tropas rebeldes. Sólo durante el mes de noviembre, al menos cinco trabajadores de Canales y cinco bomberos murieron en la ciudad, mientras las pérdidas de agua en la red de suministro se disparaban.

Pero los trabajadores de Canales también se implicaron activamente en los combates. En contacto con la Junta de Defensa, utilizaron su conocimiento de los sistemas de alcantarillado y distribución de agua de la ciudad para golpear a legionarios y regulares. Un ingeniero de Canales, Federico Molero, fue el impulsor de la creación del Batallón del Sub­suelo, iniciando una guerra de minas que causó numerosas bajas entre los franquistas, más acostumbrados a la lucha en campo abierto. Estas acciones contribuyeron a contener el empuje franquista contra la ciudad. Además, en previsión a una posible pérdida de los embalses del Lozoya, se planificaron proyectos alternativos de suministro de agua y se unificó la red de Canales con la de Hidráulica de Santillana, una empresa de suministro privada que también operaba en la ciudad.

Algunas iniciativas llevadas a cabo desde Barcelona trataron de aliviar en lo posible la situación de Madrid. A finales de 1936, el Ayuntamiento de Barcelona regaló al de Madrid seis camiones cisterna para facilitar el suministro de agua en aquellos barrios donde la intensidad del bombardeo había destruido la red de tuberías. Por otra parte, durante 1937, bomberos de distintas partes de Catalunya organizarían una expedición a Ma­drid para contribuir a los trabajos en la ciudad asediada.

En Barcelona, los primeros bombardeos llegaron en febrero de 1937 y se intensificaron durante 1938. La empresa colectivizada construyó refugios antiaéreos y trató de mantener el suministro pese a las dificultades. La pérdida de las centrales hidroeléctricas del Pirineo, ocupadas por tropas franquistas en marzo de 1938, ­limitó el suministro eléctrico de Barce­lona. Para poder continuar bom­beando agua, ABEC volvió a poner en marcha los motores de vapor de su central, para lo que tuvo que gastar recursos en la compra de carbón y en consecuencia subir los precios del agua. Con el apoyo de la Generalitat, se pusieron en marcha restricciones al consumo de agua.

Advert by Aigüas de Barcelona. Source: Luz y Fuerza, 1937

Publicidad de Aigües de Barcelona, Empresa Col·lectivitzada. Fuente: Luz y Fuerza, 1937

El desenlace

Tras la caída de Barcelona a principios de enero de 1939, la colectivización de la SGAB fue anulada y la compañía fue devuelta a sus propietarios de antes de la guerra. En agradecimiento al ejército, la restablecida empresa privada donó un millón de pesetas e impulsó la construcción de la residencia militar de oficiales, en la avenida Diagonal, que aún hoy sigue cum­plien­do esta función. Ma­drid, por su parte, fue ocupada a finales de marzo. Los Canales del Lozoya recuperaron el nombre de Canal de Isabel II. Si bien las estructuras administrativas volvieron a la situación preguerra –en el caso de Barcelona– y prerrepública –en el caso de Madrid–, las dos compañías recibieron un notable legado fruto del periodo bélico, como mejoras en la gestión y la terminación de privilegios anacrónicos de algunos usuarios.

La importancia estratégica del suministro

Los nexos entre agua y conflicto en los ejemplos de Barcelona y Madrid no son casuales ni específicos de la Guerra Civil española, sino que abundan tanto a lo largo de la historia como en la actualidad. En este sentido, es relevante la obra del geógrafo Yves Lacoste La geografía: una arma para la guerra en la que documenta cómo el conocimiento detallado de la morfología del río Rojo en Vietnam sirvió al ejército estadounidense para incrementar el potencial destructivo de sus bombardeos. Pero no hace falta remontarse a estos hechos para ver que el vínculo es muy relevante: en los últimos dos años, los combates por las presas de Al-Furat en Siria o Mosul en Iraq han mostrado la importancia estratégica del suministro de agua en los conflictos bélicos. La memoria de la colectivización de Aguas de Barcelona y de la gestión de Canales del Lozoya durante el cerco de Madrid conforma un episodio histórico de resistencia y construcción de alternativas en momentos de crisis, ejemplo de la importancia de mantener el control democrático de este recurso vital para la sociedad.

* Este artículo fue publicado en Diagonal en febrero de 2015. Para más información sobre la gestión del agua en Madrid y Barcelona durante la Guerra Civil española, ver los siguientes artículos aquí y aquí.

* Hug March es investigador senior en IN3, Universitat Oberta de Catalunya