“No amenazar intereses transnacionales limitó el proceso de cambio” dice ENTITLE fellow Diego Andreucci, entrevistado por El País, en Cochabamba.
Investigador academico Diego Andreucci. Source: elpaisonline.com.
Source: boliviadiary.wordpress.com.
EP. En estos 10 años las inversiones en exploración han sido bajísimas. Las transnacionales han brillado por su ausencia en el tema, y ahora se está trabajando junto con ellas en una ley de incentivos a la exploración. ¿Ha tenido ocasión de revisar el proyecto de ley de incentivos?
DA. No conozco bien los detalles, pero no me sorprende que haya incentivos. El problema de la falta de exploraciones viene del periodo neoliberal. Es claro, las empresas prefieren trabajar campos rentables e invertir lo menos posible en exploración. El por qué no se les ha obligado a invertir es otra cuestión.
Mi sensación es que tiene que ver con la necesidad de compensar a las transnacionales por el cambio de términos de contrato, garantizando condiciones favorables a pesar de los niveles más altos de impuestos y regalías.
Por esto no me sorprende que se ponga peso de estas inversiones sobre la sociedad, con una redistribución regresiva del IDH hacia incentivos para transnacionales. Otra solución regresiva al problema de las reservas, por supuesto, es aumentar la producción en el corto plazo viabilizando la explotación de hidrocarburos en áreas protegidas y territorios indígenas.
EP. Por lo visto hasta aquí, parece que los avances posneoliberales en Bolivia han tenido limitaciones grandes. ¿A qué piensa que puede deberse esto?
DA. Es una pregunta muy difícil; toda mi tesis doctoral básicamente trata de contestar esta pregunta. La cercanía de intereses entre el Gobierno y las transnacionales petroleras es fácil de entender, siendo la economía del país (y la reproducción política del partido de gobierno) tan dependiente de esas empresas.
Pero cuánto hay de “límites estructurales” y cuánto de “falta de voluntad política” en el hecho de que no se haya reducido esta dependencia, nunca es fácil de determinar, ya que las dos cosas interactúan de forma compleja.
EP. ¿Cuáles ve que son las principales estrategias políticas, económicas e ideológicas que han profundizado o consolidado este modelo de acumulación basado en la exportación de materias primas?
DA. La posición del MAS nunca fue revolucionaria, a pesar de la retórica y de los muchos cambios históricos que acompañaron su llegada al gobierno. Si se analiza la trayectoria del MAS, se ve que ha actuado como mediador entre demandas radicales procedentes de los sectores populares movilizados en contra del neoliberalismo y los sectores dominantes.
Promovió reformas que parecían tener un fuerte carácter radical e innovador, como nacionalizaciones, redistribución de tierras y derechos indígenas, adoptando demandas de sus bases sociales; pero al mismo tiempo desde los primeros años de gobierno pactó con sectores capitalistas nacionales y transnacionales al momento de implementar estas reformas, reduciendo su alcance.
Gramsci llamaba a estas dinámicas “revolución pasiva” o “restauración progresista”, donde los cambios sociales profundos sí se generan, pero como resultado de una adaptación del proyecto transformador a las relaciones de dominación existentes—con el resultado final de restablecer relaciones de clase y expandir la acumulación capitalista.
En este sentido, decía antes que a veces los progresistas acaban salvando al capitalismo de sus propios excesos. Hoy el Banco Mundial y el FMI elogian a Bolivia como un caso ejemplar de gestión macroeconómica responsable, nadie se lo habría creído en 2006.
EP. ¿Por qué habrá optado el Gobierno por este camino tan contrario a su auto-definición discursiva?
DA. Hay que reconocer que hay límites reales a un cambio más profundo. Enfrentarse al capital transnacional no es fácil para nadie, y Bolivia era un país económicamente frágil, socialmente dividido y geopolíticamente marginal.
Visto desde Europa, donde la oposición social al neoliberalismo es muy débil, lo que se ha logrado en Bolivia en los últimos diez años sigue siendo muy importante.
Miren qué tan fácil ha sido derrotada la izquierda de Syriza en Grecia por la llamada Troika, por haber intentado resistirse a sus políticas de austeridad neoliberal. Y en el resto del continente ni esto, pasividad total o reacciones de derecha xenófoba.
Pero no estoy de acuerdo con lo que García Linera escribió en 2009 en su ensayo sobre el “empate catastrófico”, que una vez solucionada la crisis con la derecha se logró incluir a todos los sectores sociales en un proyecto político, económico e ideológico en el que todo el mundo está en mejor situación.
Mucha gente ahora está mejor en Bolivia, no hay duda. Además el momento económico positivo permitió garantizar cierta legitimidad social y canalizar recursos a sectores sociales estratégicos, como los campesinos. Pero zanjar el conflicto con la derecha y no amenazar intereses de transnacionales tuvo un precio muy alto, limitó muchísimo el alcance del “proceso de cambio”.
EP. ¿Entonces el proceso no fue tan incluyente como dice el vicepresidente Álvaro García Linera?
DA. No, ya que dejó a unos sectores sociales totalmente excluidos. Me refiero sobre todo a los pueblos indígenas y a sus organizaciones.
Por más que se disimule con retórica, la realidad es que el extractivismo soyero, minero y petrolero no se puede compatibilizar con el paradigma plurinacional, ni con el vivir bien, la soberanía alimentaria o la auto-organización comunitaria. Esto se relaciona también al creciente autoritarismo del Gobierno.
Típicamente los sectores que no se pueden convencer o cooptar, tienden a ser no sólo marginalizados, sino reprimidos. Cuando una hegemonía es incompleta, dice el politólogo Bob Jessop, alguien tiene que ser sacrificado.
Y en estos casos los criterios para elegir a quién sacrificar son muy claros: los que amenazan las bases económicas del poder político oponiéndose a su estrategia de acumulación (es decir, en el caso boliviano, el extractivismo); y los que desestabilizan sus bases ideológicas (por ejemplo revelando su carácter anti-ambientalista y neo-colonial).
Pues me parece que los pueblos indígenas y sus organizaciones, sobre todo después del TIPNIS, han sido vistos por el Gobierno tanto como un obstáculo a la expansión del extractivismo como una amenaza a su posicionamiento discursivo.
EP. Para finalizar, ¿quisiera resaltar algún otro punto que no hemos tocado en la entrevista?
DA. Quería concluir expresando solidaridad con las ONGs bolivianas que han sido injustamente atacadas por el Gobierno en los últimos años. He tenido el placer de trabajar con algunas de ellas, entrevistarme con sus miembros y leer sus materiales.
Puedo decir, como investigador, que producen un trabajo de excelente calidad científica. Para quien trabaje temas de ecología política en Bolivia y América Latina, el conocimiento producido por estas organizaciones es imprescindible.
Y es absurdo no valorar su aporte al debate crítico; se trata de personas inteligentes, preparadas, con posiciones progresistas, y comprometidas con el bien del país. Desconcierta mucho que un gobierno izquierdista tenga miedo a esto.
“Hay que reconocer que hay límites reales a un cambio más profundo. Enfrentarse al capital transnacional no es fácil para nadie, y Bolivia era un país económicamente frágil, socialmente dividido y geopolíticamente marginal”.
Source: cetri.be.
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